Las Sirenas

Preciosa deidad femenina, belleza deslumbrante y voz dulce. Ninfas que embriagan al más pintao, mitológico ser que te arranca las entrañas y te deja vacío, hueco, entras en un extraño delirio fruto de la más profunda incomprensión.
Cuando la mitología deja de ser fábula y es real, todo cambia. Ya nada es bonito y lo gris de sus palabras matan poco a poco a la lealtad, a la sinceridad, o a lo que simplemente llamamos, normalidad. Sí, eso es, normalidad; solo eso.
Creo que eso es lo que buscamos; sin embargo, ¿Por qué cuesta tanto verla, sentirla? Sin duda el egocentrismo intrínseco de Las Sirenas, junto con la ruin hipocresía de sus cantos, hacen que la deseada normalización de la gente sana, sea una lucha constante y sin sentido.
Todo ello, nos merma, nos debilita hasta tal punto que, en gran cantidad de veces, no sabemos reconocer al del frente, al otro, al que no nos gusta. Se evapora lo que compartimos, se va diluyendo y pasa a un segundo plano. Deja de tener importancia lo importante para dársela a lo simplemente urgente.
En este punto de depravación, Las Sirenas, envilecen todo. Alrededor de ellas, vuelve la vulgaridad, el simplismo, ese canto se convierte en un desafinado grito de torpeza.
Finalmente, en ese mismo momento, la gran Marea las engullen y desaparecen. O al menos, ese es mi deseo.
Cuando la mitología deja de ser fábula y es real, todo cambia. Ya nada es bonito y lo gris de sus palabras matan poco a poco a la lealtad, a la sinceridad, o a lo que simplemente llamamos, normalidad. Sí, eso es, normalidad; solo eso.
Creo que eso es lo que buscamos; sin embargo, ¿Por qué cuesta tanto verla, sentirla? Sin duda el egocentrismo intrínseco de Las Sirenas, junto con la ruin hipocresía de sus cantos, hacen que la deseada normalización de la gente sana, sea una lucha constante y sin sentido.
Todo ello, nos merma, nos debilita hasta tal punto que, en gran cantidad de veces, no sabemos reconocer al del frente, al otro, al que no nos gusta. Se evapora lo que compartimos, se va diluyendo y pasa a un segundo plano. Deja de tener importancia lo importante para dársela a lo simplemente urgente.
En este punto de depravación, Las Sirenas, envilecen todo. Alrededor de ellas, vuelve la vulgaridad, el simplismo, ese canto se convierte en un desafinado grito de torpeza.
Finalmente, en ese mismo momento, la gran Marea las engullen y desaparecen. O al menos, ese es mi deseo.