DANZAS ANTINACIONALISTAS
Durante estos días se está celebrando en Cáceres el Festival Folclórico de los Pueblos del Mundo. Bailes típicos de una gran variedad de países recorren las calles de esta ciudad, así podemos ver las delicatesem coreográficas de países como Bolivia, Cuba, Ucrania, España…
Sobra decir que este tipo de festivales fomentan la diversidad cultural y rompen, aunque sea por segundo, arraigados sentimientos etnocentristas, o lo que es lo mismo, nublan la patética “mentalidad del campanario”.
Cabe deducir de este tipo de actos, al igual que ocurre con el Womad, profunda reflexiones que transcienden de lo meramente festivo. Provocan así, que las fronteras se conviertan en simples divisiones, líneas artificiales trazadas, muchas veces, de forma aleatoria e incluso caótica, trazos en un mapa, que al expandirse o contraerse han dejado tras sí, un histórico e inservible reguero de sangre.
En estos días en Cáceres, se ridiculizan pues, los nacionalismos; de cuyo sentimiento brota el odio, la supremacía, la prepotencia, la xenofobia; un sentimiento (que no ideología) ruin, cobarde, eso es, un auténtico pavor a lo ajeno, a lo desconocido.
En definitiva, son bailes movidos por el ritmo de la tolerancia, coreografías improvisadas al compás de la igualdad. Danzas de un país, mi país, carente de banderas, himnos, de líneas mal trazadas; esto es, un país llamado mundo.
Sobra decir que este tipo de festivales fomentan la diversidad cultural y rompen, aunque sea por segundo, arraigados sentimientos etnocentristas, o lo que es lo mismo, nublan la patética “mentalidad del campanario”.
Cabe deducir de este tipo de actos, al igual que ocurre con el Womad, profunda reflexiones que transcienden de lo meramente festivo. Provocan así, que las fronteras se conviertan en simples divisiones, líneas artificiales trazadas, muchas veces, de forma aleatoria e incluso caótica, trazos en un mapa, que al expandirse o contraerse han dejado tras sí, un histórico e inservible reguero de sangre.
En estos días en Cáceres, se ridiculizan pues, los nacionalismos; de cuyo sentimiento brota el odio, la supremacía, la prepotencia, la xenofobia; un sentimiento (que no ideología) ruin, cobarde, eso es, un auténtico pavor a lo ajeno, a lo desconocido.
En definitiva, son bailes movidos por el ritmo de la tolerancia, coreografías improvisadas al compás de la igualdad. Danzas de un país, mi país, carente de banderas, himnos, de líneas mal trazadas; esto es, un país llamado mundo.