TIRADO EN LA CARRETERA

En esos días en que uno recuerda y vuelve a ser consciente de que es humano, son días de vida. Cuando conseguimos romper con la vorágine racional y con la fría tendencia a teorizar nuestro entorno; vuelve la poesía, regresa el buen tiempo para la lírica.

Esta es una sensación que he vivido últimamente, y la verdad, me ha hecho reflexionar y como no teorizar, pero quizás esta vez, de una manera distinta.
Cuando alguna experiencia vital nos hace tirar del freno de mano y paramos en seco, las huellas son difíciles de borrar, se suelen quedar marcadas por un tiempo; pero además, absurdamente nada más bajar del coche, lo primero que solemos hacer es salir corriendo para borrar cuanto antes esas negras y feas marcas o peor, montarnos de nuevo en nuestro coche y seguir con nuestro tedioso camino sin plantearnos siquiera cambiar la dirección.

Sin embargo yo esta vez, he decidido que no haré ni una cosa ni otra. Creo que me voy a sentar en la cuneta, me buscaré un buen sitio en la sombra, miraré con indiferencia mi coche parado en medio de la carretera, aspiraré con gusto el olor a goma quemada, sacaré un buen libro de poesía y me pondré a leer hasta que el sol me arrebate la sombra y acabe por derretir los versos.