EL GRAN CIRCO PEPERO

Expertos trovadores, mordaces y satíricos, con burdos ademanes políticos reiteran su absurdo espectáculo circense. Malabaristas de la mentira, juegan y ríen sin mantener el más mínimo equilibrio de la sensatez, la ética y la educación. Payasos cuyo maquillaje es una sutil y fina capa de centrismo. De sus solapas prenden falsas flores que por sorpresa y sin previo aviso escupen todo tipo de injurias; eso sí, poco finas e inocuas ya.
Pobres; ya no hacen reír a nadie. En soledad, aún se sienten tristes, añoran la grandeza, el ansiado poder que la inteligencia de la inmensa mayoría de los espectadores les hizo carecer de él. Estos frustrados delirios de grandeza ensalzan el rencor, la envidia, e incluso, la ira.
Para combatir esto, una consigna destructiva es la aceptada por todos; pero sólo es certera cuando trasciende de lo profesional. Si esto ocurre, provoca dolor a sus adversarios y, aún así, continúan.
En este maravilloso mundo del espectáculo se mediatiza inútilmente al hombre forzudo, a pesar de que su fuerza mengua cada día, no es capaz ni de levantar la moral de los suyos. Enclenque, endeble, débil, no es más que una insignificante marioneta movida y articulada por unos muy finos hilillos negros que presagian un gran desastre.
Sin embargo, aquí el fin sí justifica los medios cueste lo que cueste, siempre lo han hecho, y lo seguirán haciendo hasta que vuelva a ser: El Mayor Espectáculo del Mundo.